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Empresas Familiares:

Hablar de empresas familiares no implica necesariamente hablar de lazos sanguíneos, sino, más trascendente, de lazos afectivos. Pasar la estafeta a la siguiente generación puede ser un proceso vulnerable, pero, si se hace correctamente, puede consolidar y dotar de identidad a la organizacion.

Las empresas son cosa seria por todo lo que exigen y encierran. Encabezar una es hacerse cargo del dinero propio y ajeno allí invertido, del trabajo de todos los involucrados en su operación, de que se cumpla lo prometido, se entregue al cliente el producto o servicio, y de lo que esperan de ella en el futuro, todos los que participan de distintas maneras. Los miembros de la familia propietaria tendrán muy claro que los puestos directivos y de gobierno son responsabilidad, y no privilegio, y que su sueldo es retribución por un trabajo productivo, y no una beca de manutención vitalicia.

Desde la esfera familiar corresponde a los padres promover el desarrollo humano y profesional de sus hijos. No para darles un destino sino para que puedan construirlo para sí mismos. La empresa será siempre una alternativa para la que conviene prepararlos, primero como inversionistas, y luego, si así lo eligen, como directivos. Desde la esfera de la empresa, el padre-director vigilará que el proceso y políticas de incorporación, desarrollo y promoción de directivos sean eficaces y que se apliquen de igual manera para familiares y no familiares.

Es lógico que los hijos aspiren a un lugar en la empresa familiar y natural que absorban «por contagio» el gusto y a veces la vocación profesional de sus padres, el ritmo de trabajo, las preocupaciones, los intereses y hasta la pasión por hacer empresa. 

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